En esta mañana dominical, la brisa ha removido en mi mente un sin fin de recuerdos
Hoy escuché a una pequeña nena responder al –¿Cómo estás? Con un –Bien-
Y puedo decir, acotar y recalcar que cuando tenía yo su edad con facilidad también podía responder – Estoy bien- y realmente estarlo.
Cuando tenía su edad puedo afirmar que mi pasión y mi interés solo se encontraban en el hecho de jugar.
Cuando tenía su edad podía llorar por algún juguete o caramelo, pero la tristeza por aquella cosa que hoy, por cierto, no es más que tontería desaparecía en el justo instante en el que se acercaba algún pequeño amigo a preguntarme -¿Quieres jugar?
Y es que cuando tenía su edad mi mundo era tan perfecto y a la vez tan irreal que no me importaban ni los estigmas, ni categorías, ni culturas, ni amores, ni clases sociales, ni razas, ni religiones, ni dinero, ni apariencias, ni creencias, ni absolutamente nada diferente al hecho de jugar, divertirme, comer tierra y ser feliz.
Hoy después de tanto crecer, madurar y pensar para entender, puedo responder al –¿Cómo estás? Con un perfecto –Bien- sin realmente sentirlo, ni mucho menos estarlo. Puedo portar una careta, máscara, antifaz y esconder lo que siento de los demás.
Sé que esto que escribo no es de mucha importancia, el hecho de escuchar tan simples palabras ha hecho llegar a mi cabeza pensamientos infinitos y florecieron mis sentimientos.
No está demás especificar que esto no es de mis poesías, sino palabras, letras, emociones, sentimientos y recuerdos indescriptibles que trato de proyectar.